02/10/2024
Andrea Álvarez, la gran baterista argentina: ser rockera en los ‘80, la asignatura pendiente con Cerati y el disco que nació de la muerte
Fuente: telam
Tocó con Soda Stereo, Charly García, David Lebón, Natalia Oreiro y Draco Rosa. Ahora presenta “La cadena del mal”, once temas poderosos y urgentes entre la catarsis y la reflexión. La mujer que trascendió a su época, la tuitera impulsiva, la docente sensible. Un paseo por la vida de una piba de Burzaco que llegó adonde se propuso y eligió siempre ser fiel a sus convicciones
>“Yo no sé cuándo descubrí que quería tocar la batería. Creo que lo elegí medio random, porque desde muy chiquita me gustaron las mujeres poderosas. La Mujer Maravilla, Nadia Comaneci, Calamity Jane. Creo que si hoy fuera joven andaría en moto y jugaría al fútbol. Pero en ese momento no se usaba”. Con un pasado ilustre —Soda Stereo, Charly García, David Lebón, Divididos, Natalia Oreiro, entre tantos— que siempre la enorgullece y a veces la fastidia, la baterista acaba de editar su quinto álbum solista. La cadena del mal es una pintura de época urgente y testimonial, pero también un reflejo del camino que viene transitando hace más de 40 años. Un disco esencialmente rockero, y el reflejo de una artista personalísima, que lidera y se apoya en una banda madura y consolidada hace 15 años, que conforman el bajista y también marido, Loonie Hillyer, y el guitarrista, Tomás Brugues.
Andrea recibe a Teleshow en su casa del barrio porteño de Almagro, que también funciona como un museo espontáneo y en tiempo real de su universo musical. Las paredes reflejan el reconocimiento como ciudadana ilustre de Almirante Brown, las fotos con Gustavo Cerati, las tapas de sus discos solistas, acreditaciones, palillos y una nutrida biblioteca despunta títulos de rock. Mientras le da vida en forma de anécdotas a algunas de estas viñetas, desarma la batería de la sala donde da clases para componer, junto al fotógrafo, la toma más lograda. Y se impone la metáfora de la mujer orquesta, que tuvo que arreglárselas sola para hacer su propio camino y que para eso eligió no callarse nada. Una elección artística que define su nuevo trabajo, que va a presentar el 4 de octubre en The Roxy Live.El disco fue un proceso largo, mutante, con un concepto claro que terminó de cerrar durante la mezcla en la segunda mitad de 2023. Andrea habla de una atmósfera pesada, de un clima electoral del que le costaba abstraerse, que penetraba la acústica de la sala y se colaba en las canciones. “Para componer me inspiro en las cosas que me molestan, que detesto, y que son muchas”, explica la baterista. “En este caso se resumen con La cadena del mal que son los abusos desde cualquier poder; es la policía de la corrección que te señala, o sos vos que señalás; es el que te ignora sabiendo que te perjudica”. Con una tapa que supone un despacho presidencial, captada por la lente de Nora Lezano, la idea terminó de cobrar forma. “Decidí que nosotros fuéramos el mal, algo como Los Locos Addams, porque de lo dramático se sale siempre una risa. Y esto es más gracioso que nunca, si no fuera tan dramático”, ironiza, claro, con otra de sus carcajadas.Al poner play, suena el riff de “Rock and roll” de Led Zeppelin, una de las frases de batería más representativas de la historia. Y sobre esa figura icónica, Álvarez propone como un contraataque. “Se lo digo a todos esos personajes que nos quieren dominar, que nos quieren matar las cosas que nos gustan, los lugares que más queremos. Ellos son la muerte del rock”, sentencia, reformulando una idea sobre la que da vueltas hace un tiempo.—Para nada. Lo que realmente me preocupa es la muerte de las personas que yo quiero, porque a nivel música está todo hecho. Hay un montón de música que podemos escuchar y que nadie escuchó. No podemos ser tan egocéntricos de pensar que el mundo nos necesita a nosotros para escuchar buena música.
—Lo que sí llama la atención es que te refieras a tu muerte, tu epitafio, tu propio funeral.—Ahí cantás: “No me definas. Yo sé quién fui y, sobre todo, quién fuiste vos para mí”
—Me molesta mucho que cuando se muere un artista hay como una sobreactuación para ponerlo de referente y lo definen de una manera que por ahí no le hubiera gustado. De hecho, también a mí me definen bastante, más como una necesidad del otro que de lo que soy yo. A mí me da risa cuando me subestiman tanto. “¿Y esta quién es? ¡Si no fuera por Cerati andá a saber dónde estaría!”. Yo lo registro, pero no afecta mi autoestima. Una de las cosas de las que estoy agradecida es que puedo leer barbaridades sin que me afecte, porque a veces veo la sobreactuación que otros hacen de los haters y no puedo creerlo.—Surgió en la época en la que Mauricio Macri ganó la presidencia, y porque no estaba tocando mucho. Si tocara más seguido no lo haría porque necesito expresarme y uso los canales que tengo. Igual tengo un problema y es que no registro que lo lee mucha gente, lo hago más que nada para sacármelo de encima. A veces mi hijo me dice que afloje, pero me río sola cuando le contesto a (Javier) Milei, no me doy cuenta de que puede tener una trascendencia. Y creo que últimamente se nota más porque nadie está diciendo nada, y esto ya no lo planteo como artista, sino como ciudadana. ¿No te salen ganas de salir a gritar que está todo mal? No puedo creer ese silencio porque estamos en el peor momento. Nadie se puede comprar un par de palillos y ves chabones que tiran espuma en el escenario. Es raro todo lo que pasa.
—¿Te afecta en tu carrera decir estas cosas?—Al mismo tiempo, como docente desarrollaste un vínculo muy interesante con tus alumnos más chicos. Recuerdo que se hizo viral el caso de Franco, que tenía 5 años.
—La frase abre la puerta a su pasado y se remonta a sus comienzos, cuando el rock and roll aterrizó en Burzaco bajo la forma de una nave espacial, como en tantas otras partes del mundo. La Andrea niña tocaba música desde los cinco años, y en la rockola de su casa lo que más sonaba era clásico, tango, bossa, María Elena Walsh y Joan Manuel Serrat. El puente fue su padre que le presentó a Los Beatles: le regaló Revolver y la llevó al cine a ver Déjalo Ser y Submarino Amarillo, así en castellano, como se usaba por entonces.Apoyada en esta base, y con la pequeña ayuda de su hermano y sus amigos, Andrea empezó a armar la banda de sonido de su vida. Los descubrimientos adolescentes. Arco Iris, Pedro y Pablo, Sui Generis, y una curiosidad que se despertó y ya no tuvo límites. De rarezas como Frank Zappa y Miles Davis, a toda la onda progresiva, con Yes y Emerson Lake Palmer a la cabeza. De ese sonido de trío visceral, de Jimi Hendrix y Pappo’s Blues que la acompaña hasta hoy, a la fascinación por MIA, la cofradía de músicos independientes capitaneados por Donvi Vitale y Esther Soto, donde ya brillaban con luz propia sus hijos, Lito y Liliana.La piba de Burzaco escribió una carta diciendo cuánto le gustaba el grupo y la envió a la revista Expreso Imaginario, casi como una botella al mar. Al poco tiempo, se encontró con Lito y le contó en persona todo lo que decía en la carta y empezó a frecuentar la casa de los Vitale en Villa Adelina, donde se forjó el rock independiente. Logró que convencieran a su padre para que le dejara tocar la batería, más como un empoderamiento que por una vocación. El objetivo estaba en otro lado y cada vez más cerca.—¿Fue difícil tener una banda de rock en esa época?
—Las chicas para los coros, nada de tocar y menos la batería.
—Entre Rouge y Charly viviste en Nueva York, en mediados de los ‘80, con toda la data musical y cultural que había ahí
—El otro gran hit ochentoso es tu participación en Soda Stereo. Hoy dijiste al pasar esto de las etiquetas y en tu casa veo a Cerati presente. En fotos, en discos, en libros, porque obviamente es parte de tu vida. ¿Te molesta ser Andrea Álvarez, la expercusionista de Soda Stereo?
—Pienso en esa chica discriminada que se volvía a la casa con un nudo en el estómago y la comparto con la que se cruza a Cerati y le dice, palabras más palabras menos: “A tu banda mega exitosa le hace falta una chica como yo”.
Fotos/Nicolás Stulberg.
Fuente: telam