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26/05/2025

El experimento Moneyball que destruyó al Milan: de la gloria al “go home” de San Siro

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Gerry Cardinale prometió revolucionar el fútbol con estadísticas y algoritmos, pero su gestión llevó al equipo de ganar el Scudetto a ocupar el octavo lugar sin Champions League. La hinchada milanista ya perdió la paciencia con un dueño que declaró que “ganar es aburrido”

>La foto lo retrata sonriente, con el pulgar hacia arriba, mezclado entre la multitud rossonera en el Duomo. Gerry Cardinale, el banquero de Nueva York que acababa de comprar el Milan campeón, celebraba la victoria del Scudetto número 19 como un hincha más.

El sábado, en un San Siro semivacío, los ultras de la Curva Sud desplegaron un “Go Home” dirigido al dueño del fondo RedBird Capital Partners. El Milan ganó 2-0 al Monza, pero nadie habló del partido. Solo del funeral de un proyecto que nació con la ambición de devolver al club a lo más alto y termina con el equipo fuera de Europa, la dirección desprestigiada y una afición que clama por Paolo Maldini.

Cuando RedBird oficializó la compra del Milan en agosto de 2022 por 1,2 mil millones de euros, parecía el momento ideal. El club venía de ganar su primer Scudetto en 11 años. La gestión deportiva de Maldini había resucitado a un gigante dormido: Leão, Theo Hernández, Maignan y Tonali eran el núcleo de un equipo joven y vibrante.

Cardinale prometió “un modelo innovador” y habló de “Moneyball”, de estadio propio, de competir en Europa. El matrimonio perfecto entre tradición milanista y visión moderna estadounidense.

El primer gran error de RedBird fue subestimar la importancia de Maldini, director técnico del equipo desde 2019, en el ecosistema milanista. La leyenda rossonera, eufórica tras la conquista del título, había lanzado un mensaje claro a la nueva propiedad: “Con dos o tres refuerzos importantes se puede competir por algo más grande en Champions League”. Era tanto una declaración cargada de ambición, como de presión hacia la nueva propiedad.

La respuesta de Cardinale fue dilatoria. El retraso en la renovación de Maldini y su brazo derecho Ricky Massara hasta el último día posible generó una planificación errática en el mercado de fichajes.

Para los tifosi milanistas, no fue solo el final de una era, sino la confirmación de que algo fundamental había cambiado en la filosofía del club. “Su estrategia consistió en prescindir de quienes encarnaban el alma del Milan”, resumió en una entrevista reciente Zvonimir Boban, también ex directivo del club.

La llegada de Billy Beane al board directivo lo confirmó todo. El gurú del Moneyball en el béisbol americano, mentor de Cardinale en la aplicación de métodos estadísticos para la selección de talentos. La filosofía de RedBird quedaba clara: menos intuición, más algoritmos. Menos corazón milanista, más eficiencia financiera.

La diferencia entre los números y la realidad del terreno de juego se hizo evidente de inmediato. En la temporada 2022-23, todavía con Maldini, el Milan no logró repetir el título y su rendimiento en Champions, aunque llegó a semifinales, estuvo lejos de ser convincente. Pero lo peor estaba por venir.

La temporada 2024-25 fue un desastre absoluto. Octavo lugar en Serie A, a 19 puntos del Napoli campeón. Sin Champions League para la próxima temporada, algo impensable hace apenas tres años. La ausencia de competición europea supone una pérdida estimada de 50 millones de euros entre premios UEFA e ingresos comerciales.

Para los milanistas, ver las actuaciones en San Siro se volvió un ejercicio de masoquismo. El 0-0 contra el Genoa en la celebración del 125° aniversario del club fue quizás el símbolo más doloroso. Una fiesta convertida en velorio, un estadio que se vacía progresivamente, una hinchada que perdió la fe.

El contraste con el Inter, finalista de Champions, es cruel. Cardinale dijo en 2024: “¿Queremos acabar como el Inter, que gana y luego quiebra?”. Hoy, los nerazzurri son un modelo de gestión y éxito, mientras el Milan se ahoga en su propia mediocridad.

La paciencia de la afición milanista se agotó definitivamente el sábado. Miles de seguidores se manifestaron ante la sede de Casa Milan antes del partido contra el Monza, exigiendo la venta del club y el regreso de Maldini. En San Siro, la Curva Sud organizó una protesta silenciosa pero impactante: formaron las palabras “Go Home” con sus cuerpos y abandonaron el sector a los 15 minutos de partido.

El Milan ganó 2-0 con goles de Matteo Gabbia y João Félix, pero la victoria resultó irrelevante. El equipo terminó octavo, sin plaza europea, con una afición desencantada y una plantilla desvalorizada. Figuras como Theo Hernández, Mike Maignan, Christian Pulisic y Rafael Leão estudian ofertas para abandonar el barco.

“Entre nuestros hinchas hay decepción, pesar, rabia y frustración, son sentimientos que también nosotros tenemos”, declaró Giorgio Furlani, CEO del club, antes del partido. Palabras que sonaron vacías viniendo de uno de los arquitectos de la crisis.

Para una institución con 125 años de historia, siete Champions y millones de seguidores en todo el mundo, el castigo es demasiado severo.

Cardinale apostó por construir un nuevo estadio como pilar de su proyecto, ya ha invertido 40 millones, pero las obras están paralizadas por la burocracia italiana mientras San Siro se deteriora.

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