27/05/2025
A 30 años del accidente que cambió la vida de Christopher Reeve: de Superman a héroe de carne y hueso

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El 27 de mayo de 1995, quedó tetrapléjico tras una caída durante una competencia ecuestre en Virginia. Tenía 42 años y enfrentó el desafío más duro de su vida
>La vida de gloria que conocía el actor Christopher Reeve cambió por completo el 27 de mayo de 1995. El mundo se estremeció al conocerse la trágica noticia: el hombre que había interpretado al Superman más célebre de la pantalla grande sufrió un accidente y quedó paralítico. Tenía 42 años y una carrera en ascenso cuando debió recurrir al héroe que llevaba dentro para enfrentar la vida con su nueva condición.
Tras el accidente, que le provocó una fractura en las vértebras cervicales que lo dejó tetrapléjico y dependiente de un respirador artificial, Reeve se convirtió en un referente mundial por su activismo en favor de las personas con discapacidad y la investigación médica. Fundó la Christopher Reeve Foundation (hoy Christopher & Dana Reeve Foundation), dedicada a promover terapias para lesiones medulares. Continuó su carrera como director, actor y conferencista, y abogó por el financiamiento público de la ciencia, especialmente en el campo de las células madre. A lo largo de los años, recibió varios premios y distinciones tanto por su labor actoral como por su activismo. Falleció en 2004, a los 52 años.
Era un sábado de primavera cuando Reeve participaba en una competencia de equitación en Culpeper, Virginia. Montaba a su caballo Eastern Express y se preparaba para saltar. Pero el animal no estuvo dispuesto: frenó de golpe y Christopher salió volando por encima del cuello del caballo y cayó de cabeza. En el acto, se fracturó las vértebras cervicales C1 y C2, ubicadas en la base del cráneo. La médula espinal quedó seccionada, lo que le provocó una parálisis total desde el cuello hacia abajo (tetraplejía) y una incapacidad para respirar por sí mismo. Cuando despertó, ya en el hospital, entendió que no podía mover ni sus brazos ni sus piernas. Estaba completamente paralizado del cuello hacia abajo.Para el público, fue un golpe brutal. ¿Cómo podía caer Superman? ¿Cómo podía el emblema de la fuerza, el vuelo y la esperanza quedar postrado en una silla de ruedas? Pero Reeve, lejos de ocultarse o caer en la autocompasión, transformó su tragedia en causa. Durante treinta años, el hombre nacido el 25 de septiembre de 1952 en Nueva York, fue el rostro de la lucha por la investigación sobre lesiones medulares, por los derechos de las personas con discapacidad y por el financiamiento de terapias que, hasta entonces, eran consideradas imposibles.Fue uno de los hijos del matrimonio de Barbara Pitney Lamb, periodista, y Franklin D’Olier Reeve, profesor universitario y escritor, quienes se divorciaron cuando él tenía apenas 3 años. Barbara asumió la custodia de Christopher y su hermano menor, Benjamin, y se mudaron a Princeton, Nueva Jersey.Desde pequeño demostró interés por la actuación, la música y el deporte: estudió piano, participó en obras escolares y jugó al hockey sobre hielo, al béisbol y al fútbol. Según contó en su autobiografía Still Me, se sintió atraído por el escenario desde muy joven. Estudió en Princeton Day School, donde comenzó a actuar en producciones teatrales estudiantiles. A los 15 años ya había definido su carrera y tuvo su primer trabajo como aprendiz en el Williamstown Theatre Festival. Allí conoció actores y directores profesionales.Años más tarde, ingresó en la Universidad de Cornell, donde estudió literatura inglesa y afianzó sus estudios actorales: allí fue becado para formarse en la prestigiosa Juilliard School de Nueva York, donde conoció a Robin Williams. En 1973, los dos fueron seleccionados entre cientos de aspirantes para formar parte del exclusivo Programa Avanzado de Formación en Interpretación dirigido por John Houseman. Allí fue donde los actores comenzaron a estrechar lazos.Cuando despertó en el hospital, Reeve estaba intubado, inmóvil y completamente desorientado. “Quería que me desconectaran. No veía ningún sentido en seguir viviendo así”, contó sus sensaciones en Still Me cuando los médicos le dijeron que no volvería a mover su cuerpo por debajo del cuello.
No lo soportó: intentó mover un dedo, un pie, cualquier parte de su cuerpo, sin éxito. La sensación de encierro lo devastó. Pero, en ese momento, recibió la contención de su esposa Dana que, según el libro, le dijo: “Estás vivo y eso es algo. Yo estaré contigo en lo que decidas. Pero quiero que sepas que estaré a tu lado para siempre. Sigues siendo tú, y te amo.”Durante el tiempo de internación en el Instituto de Rehabilitación Kessler, Reeve comenzó a documentar sus progresos, las sesiones diarias de fisioterapia, sus frustraciones físicas y emocionales, como también el deseo de convertirse en una voz pública a favor de las personas con discapacidad. “No pedí ser un modelo. Pero si mi lucha podía servirle a otros, entonces debía intentarlo”, admitió en Still Me.
Las primeras semanas no pudo hablar debido al tubo traqueal, pero se valió del movimiento de sus ojos y de teclados para comunicarse. Más adelante, gracias a una válvula especial adaptada a su respirador, pudo recuperar parcialmente el habla, lo que le permitió expresarse en público y participar en entrevistas. Más tarde, empleó tecnología como computadoras controladas por voz o seguimiento ocular, herramientas que le permitieron escribir, dar conferencias y continuar trabajando activamente como activista y director.En 1999, fundó la Christopher Reeve Foundation (hoy Christopher & Dana Reeve Foundation) y se convirtió en un activista incansable: llegó a hablar ante el Congreso de Estados Unidos, mantuvo reuniones con científicos y recaudó millones de dólares investigaciones médicas. “Un héroe es una persona común que encuentra la fuerza para perseverar a pesar de los obstáculos abrumadores”, definió.
El 10 de octubre de 2004, Reeve murió como consecuencia de una infección generalizada.
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