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03/11/2025

Un misterio que cumple 60 años: la desaparición del TC-48, las irregularidades del caso y la incesante búsqueda de los familiares

Fuente: 1762153442

El 3 de noviembre de 1965 un avión de la Fuerza Aérea, con 68 personas a bordo, se precipitó a tierra o al mar. Nunca pudieron hallarlo y la única certeza del caso son las irregularidades en la investigación. En el medio hubo de todo: pistas falsas, versiones cruzadas y expediciones de los familiares por dar con los restos de la máquina, en lo que fue el peor accidente aéreo militar de nuestro país. Fue una tragedia cuyo final aún no pudo ser escrito

>Hay un dolor por la pérdida del ser querido; uno peor que nace de la incertidumbre de si hubo sobrevivientes y qué fue lo que pasó con ellos, y otro igual por las negligencias e irregularidades que se conocieron con el correr del tiempo.

Solo un manojo de presunciones. Es lo único con lo que cuentan los familiares de los 68 cadetes y tripulantes del TC-48, un avión que hacía el viaje de instrucción de la promoción 31 de la Fuerza Aérea, y que aún no se sabe, a ciencia cierta, dónde cayó, qué pasó con él y con los hombres que iban a bordo. Esta es la crónica de las certezas y también de las dudas.

Volarían en dos aviones: el T-43 y el TC-48, que se habían incorporado a la Fuerza Aérea en 1947, el segundo adquirido usado. El comandante del T-43 era el vicecomodoro Manuel Higinio De la Torre y el del TC-48 comandante Renato Humberto Felippa. Con una moneda de veinte centavos sortearon los que irían en cada máquina.

Antes de iniciar el viaje el suboficial principal mecánico Basilio Rotchen alertó sobre fallas en el TC 48, que no estaba en condiciones de hacer semejante travesía, pero le respondieron que el viaje se debía hacer. El día de la partida, Rotchen se despidió llorando de su familia.

En el T-43 iban 36 cadetes, cinco oficiales y cuatro invitados especiales y en el TC-48, 54 cadetes, cinco oficiales y 9 tripulantes.

En la escala técnica en Antofagasta, se demoraron dos horas más de lo previsto porque los mecánicos debieron ocuparse de revisar los dos motores, ubicados en el ala derecha, y los flaps.

Guillermo Alonso Sarquiz, autor de TC-48: el viaje final de los cadetes, una completa investigación del caso, destaca que estos aviones venían con una falla de origen, relacionada a la cañería que llevaba el combustible a los motores. La fábrica recomendó reemplazar las piezas, algunas de ellas de plástico, proclives a quebrarse y provocar un incendio. Las modificaciones se habían hecho en casi todas las máquinas. El TC-48 había sido aprovechado al máximo, con vuelos a la Antártida y a República Dominicana, entre otros. En febrero de 1966 le tocaba ingresar a los talleres.

En Lima, subieron dos cadetes peruanos, uno en cada avión. El 2 de noviembre volaron a Panamá, con una escala técnica en Guayaquil. La siguiente etapa, a realizarse el miércoles 3, debía cubrir la base aérea de Howard, en Panamá y el aeropuerto de San Salvador, en El Salvador. Pero nunca llegaron.

El pedido del TC-48 de un aterrizaje de emergencia fue captado por Alvaro Protti, un piloto experimentado que volaba a Miami en un avión de LACSA (Líneas Aéreas de Costa Rica). Protti les aconsejó que aterrizaran en Puerto Limón, una ciudad costera en Costa Rica, que disponía de una pista, que estaba a 45 minutos de vuelo. Luego, no hubo más contacto. Habían desaparecido 68 personas: 54 cadetes, 5 oficiales y los 9 miembros de la tripulación.

El 3 por la noche avisaron a Córdoba que se había perdido contacto con el TC-48 y que presumiblemente había caído al mar. A las nueve de la noche, la Secretaría de Aeronáutica informaba de la desaparición. Estaban avisando a las familias una a una, sin darles más explicaciones. La primera reacción de muchos fue la de ir a la I Brigada Aérea, pero nadie los atendió.

Había tormenta en el Caribe, y recién fue posible desplegar el operativo de búsqueda el 4, que finalizó el 7. Esa primera investigación llevada adelante por la Fuerza Aérea duró en total unas tres semanas, en las que no se hallaron ni restos humanos, vestigios estructurales del avión ni se visualizaron manchas de aceite en el mar.

Las autoridades argentinas les informaron a los familiares que daban por desaparecido al avión en el mar y que sus ocupantes habrían sido devorados por los tiburones. “Fue muy cruel”, se lamentan aún los familiares. Daba la sensación que las autoridades deseaban dar un cierre definitivo al caso. Pero los familiares no se quedarían de brazos cruzados.

Les dijeron que se habían recuperado del mar botes salvavidas verdes, chalecos salvavidas y algunas gorras. Pero los familiares comprobaron que los salvavidas correspondían a Prefectura, no coincidían los colores y mucho de lo rescatado tenía un fuerte olor a naftalina.

El 10 de noviembre, se recibió la carta despachada por el comandante Mario Nello Zurro desde Lima. “Una falla en el motor de nuestro avión nos demora dos horas. El otro avión también tiene sus fallas”, se lee al pie de la segunda hoja.

Esa información iba en consonancia con lo que el brigadier retirado Gilberto Hidalgo Oliva denunció en una conferencia de prensa, que los aviones no estaban en condiciones técnicas para realizar semejante viaje y que si volaron fue por “una obstinada negligencia”. Que las máquinas eran anticuadas y con falta de mantenimiento.

El 22 de noviembre un grupo de familiares intentó ser recibido por el presidente Illia en la Casa Rosada, pero no tuvieron suerte. Fueron derivados al ministro de Defensa y a los jefes aeronáuticos. El 3 de diciembre la Fuerza Aérea declaró “desaparecidos con presunción de muerte” a los pasajeros y tripulantes.

Cuando Rafael, un niño indígena fue internado de urgencia en el hospital local, aseguró haber visto en la selva mucha gente igual, con pelo corto. En su idioma, dio a entender que conocía la ubicación del avión, que de un rancho de hojas de banano estaba a una o dos jornadas de caminata. Dos días después falleció a causa de una peritonitis.

Hubo indígenas que le relataron a la maestra Talía Rojas que el avión estaba en una zona que ellos mismos no querían que nadie llegase. Videntes y adivinos, lugareños y aprovechadores recurrían a cualquier engaño para quitarle dinero a los familiares.

Antes de emprender el fatídico viaje, el cadete Oscar Vuitoz, que viajaba en el TC-48, le había dado a un compañero del otro avión una bolsita con su cédula de identidad, un par de gemelos y cien dólares. Le pidió que se la guardara porque ellos llevaban la ropa y el equipaje colgado y tenía miedo de que la perdiese. Cuando ocurrió la tragedia, este cadete le entregó la bolsa a su superior. Las autoridades argentinas anunciaron que habían encontrado en el mar la cédula de uno de los cadetes y que no la querían entregar porque decían que estaba mordida por los tiburones. Pero estaba intacta y se comprobó que nunca había estado en contacto con el agua salada. Los familiares se sintieron cruelmente engañados.

Sarquiz remarcó que en 1968 Onganía relevó a la cúpula de las tres fuerzas y el nuevo comandante de la Fuerza Aérea, Jorge Martínez Zuviría no estuvo de acuerdo con lo que se había hecho hasta el momento y decidió reabrir, en el máximo de los secretos, la investigación. Entre 1968 y 1971 tres oficiales se ocuparon del caso. En 1970 viajaron a Panamá.

El tiempo pasó. Las escasa pruebas y documentación se perdieron el 5 de diciembre de 1980 cuando se derrumbó un ala del Edificio Cóndor, donde justamente funcionaba el Departamento de Prevención de Accidentes. No se sabe por qué pero el expediente no se reconstruyó.

Eran tres días de caminata por lugares en donde no se ve el cielo. En este tipo de expediciones, disponían de sólo dos días para efectuar la búsqueda en una selva muy tupida.

Los familiares enviaron cartas a todos los gobiernos para que se retomase una investigación seria. Comenzaron con Illia, continuaron con Onganía, Lanusse, Alfonsín, Menem y Kirchner.

El comodoro retirado corroboró el contenido de manuscritos sin firma de uno de los investigadores que aportan detalles inéditos a la causa. También halló documentos del ministerio de Relaciones Exteriores argentino con instrucciones a la embajada en Costa Rica para que ese gobierno no prestase apoyo a los familiares que encaraban su propia búsqueda.

En 2008, 2009, 2010, 2012 y 2013 se desarrollaron los operativos Esperanza, con incursiones de especialistas de la Fuerza Aérea exclusivamente en tierra. Y en 2015 se realizó la última búsqueda oficial tanto por tierra como por mar, usándose para el agua sonares de barrido lateral.

Solo restan los homenajes. Se acaban de aprobar en la Legislatura de Córdoba por unanimidad los proyectos de declaración por el 60 aniversario del hecho y otro para declarar de interés legislativo el libro de Sarquiz. Hoy a las 17 hs habrá una ceremonia en el recinto.

Fuentes: El viaje final de los cadetes, de Guillermo Alonso Sarquiz; entrevista a Alejandro Zurro; archivo Infobae

Fuente: 1762153442

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