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Domingo Cavallo, asesor económico en las sombras de Javier Milei

Cuáles son los consejos del ministro de Economía de Menem y De la Rúa para evitar el naufragio del plan Caputo

Milei lo considera el mejor ministro de Economía de la historia argentina. Cavallo se cuida de criticar al actual titular del Palacio de Hacienda pero observa que no se ha lanzado un plan de estabilización consistente. Esta es la tarea que propone para los próximos meses. Es un guión con un final conocido.

*ALFREDO ZAIAT PARA PAGINA/12

 

Domingo Cavallo es considerado por Javier Milei como el mejor ministro de Economía de la historia argentina. En el último texto publicado en su blog ofrece el sendero de salvataje ante el probable naufragio del plan Caputo. Se cuida de criticar al actual titular del Palacio de Hacienda al justificar las medidas que se tomaron en las primeras semanas, pero observa que no se ha lanzado por ahora un plan de estabilización consistente. Esta es la tarea que propone para los próximos meses.

   

La preocupación de Cavallo por el futuro inmediato de la economía bajo el gobierno de Milei es comprensible, inquietud que tiene la mayoría de los economistas sean ortodoxos o heterodoxos. No les faltan motivos para estar intranquilos.

El recorrido financiero y cambiario del plan Caputo es decepcionante para empresarios y financistas entusiasmados con el gobierno de Javier Milei. Las cotizaciones de los dólares financieros continúan en carrera ascendente y con el cierre del contado con liquidación del último viernes (1306 pesos) la brecha cambiaria es de 60 por ciento. Y las perspectivas son que se siga ampliando.

Pregunta con respuesta lapidaria acerca del saldo de la gestión Caputo

El objetivo del equipo económico era bajar sustancialmente la diferencia entre el tipo de cambio oficial y los paralelos, objetivo alcanzado en las primeras semanas de la nueva administración, estado de gracia que duró muy poco. La reducción de la brecha cambiaria es síntoma de confianza acerca del rumbo de la gestión económica y señal de transitar hacia la normalización cambiaria

 

Con el saldo de estas últimas semanas irrumpe el siguiente interrogante: ¿cuándo hubo una corrida cambiaria, o sea el acelerado refugio en dólares de agentes económicos, luego de una megadevaluación e inmediato acuerdo con el Fondo comprometiendo un fortísimo ajuste fiscal? Más aún: ¿cuándo sucedió un escenario de inestabilidad cambiaria en el transcurso de la luna de miel de los 100 días de un nuevo gobierno?

 

No hay antecedentes de tan malos resultados inmediatos en gobiernos elegidos en las urnas desde 1983. La dupla de economistas Milei-Caputo lo ha logrado.

La inconsistencia del esquema macroeconómico, que no puede definirse como plan porque sólo es una sucesión de medidas descoordinadas, es señalada por un amplio abanico ideológico de economistas y es el motivo principal de la corrida con incremento de la brecha cambiaria. El argumento político que explica el desastre actual diciendo que es culpa de la herencia de la gestión económica de Sergio Massa sirve para tranquilizar a fanáticos, pero quienes evalúan la situación en forma desapasionada saben de los errores de diseño y debilidad del plan Caputo.

 

Tasa de inflación descontrolada

La inflación mayorista de 54% en diciembre adelanta una tasa minorista de enero muy elevada. Así se va evaporando la extraordinaria ventaja cambiaria del ajuste de 118% aplicada por Caputo. La especulación que existe en el mercado financiero no es si habrá otra fuerte devaluación, sino cuándo se concretará.

La megadevaluación incentivó la venta de dólares del complejo agroexportador pero la acumulación de reservas es temporaria debido a los próximos pagos de deuda (FMI y bonistas privados) y, fundamentalmente, porque se han pisado las importaciones hasta niveles que han paralizado la producción de cuatro terminales del sector automotor (VW, General Motors, Nissan y Renault). En un pasado reciente está situación sería un escándalo en el mundo empresarial; hoy todos son indulgentes atribuyendo a la herencia la actual fragilidad macroeconómica de la gestión Caputo.

 

Al Banco Central le cuesta mucho acumular reservas excedentes (el monto adquirido hasta el momento se evaporará en poco tiempo). La apuesta oficial apunta a la liquidación de la cosecha de soja y maíz a partir de abril próximo. Se sabe que los dueños de los dólares no los entregarán si no reciben una mejora sustancial del tipo de cambio efectivo. Puede ser que de este modo economistas de la corriente dominante descubran que el problema central de la economía argentina es la falta de dólares en el Banco Central y no tanto la cuestión fiscal.

Caputo ha mostrado que ha perdido la supuesta aureola de genio de las finanzas porque no ha conseguido ni un dólar adicional de bancos y fondos del exterior ni de organismos internacionales. El naufragio del plan Caputo invita a observar a quién puede escuchar el influenciable Milei en materia económica: Domingo Cavallo, que actúa como asesor económico en las sombras.

El ídolo de Milei

La mayoría de los analistas se detuvo en la estimación acertada de Cavallo del 25 por ciento de tasa de inflación de diciembre, sin embargo es más relevante conocer el horizonte que plantea para este año, puesto que sus opiniones son ponderadas por Milei.

El ministro de Economía de Carlos Menem y Fernando de la Rúa escribió que en una economía con un alto grado de dolarización de hecho, un plan de estabilización sólo puede implementarse cuando se ha logrado eliminar todo vestigio de restricciones al movimiento de capitales y el mercado cambiario funciona como uno único y libre.

Indica que hasta que se den las condiciones para lanzar el plan de estabilización es muy importante que se logre estabilizar el tipo de cambio real a un nivel compatible con el comercio exterior sin restricciones cuantitativas, sin vestigios de sesgo antiexportador y con un nivel de reservas externas suficientes para respaldar los pasivos monetarios del Banco Central.

El primer consejo de Cavallo: eliminación completa del cepo cambiario y limitar la emisión monetaria

Dice que las medidas anunciadas apuntan a facilitar el realineamiento de precios relativos y la eliminación del déficit fiscal, pero indica que Caputo aún mantiene todas las restricciones al movimiento de capitales. Se refiere a todas las variedades de cepos cambiarios que se fueron acumulando desde fines de 2019, "llegando a conformar un sistema cambiario caótico que sólo alienta el atesoramiento de dólares billetes dentro del país y la fuga al exterior del capital financiero, además de la sobrefacturación de importaciones y la subfacturación de exportaciones".

Propone tener como meta la puesta en marcha del plan de estabilización prometido en la campaña electoral, es decir, perseguir la eliminación completa del cepo cambiario mientras se limita rápidamente la emisión de pesos. "Es la mejor guía para el diseño de las medidas que el equipo económico deberá adoptar", avisa como mensaje a Caputo y Milei.

Amonesta al gobierno porque no debía entusiasmarse con la reducción de la brecha entre el tipo de cambio oficial y el dólar contado con liquidación (CCL), porque asegura que este último está muy lejos de ser un mercado libre de cambios. Indica que para avanzar hacia el mercado único y libre de cambios es muy importante que, cuanto antes, el gobierno elimine los varios cepos que impiden que exista un mercado cambiario libre para todas las transacciones que no tengan que ver con el comercio de bienes. Describe que cualquier persona humana o jurídica debería poder comprar o vender dólares o cualquier otra divisa en forma totalmente libre con la única limitación que imponen las normas contra el lavado de dinero.

Segundo consejo: desdoblamiento del mercado cambiario

Después de liberar el cepo, Cavallo señala que es necesario avanzar en el desdoblamiento formal del mercado cambiario. Lo imagina con sólo dos tipos de cambio: el oficial, al que aconseja denominarlo “comercial”, y el libre (otras experiencias locales de desdoblamiento lo llamaban "financiero"). Este tipo de régimen cambiario fue habitual en las décadas del '70 y '80. 

Asegura que la brecha entre estos dos tipos de cambio, mientras avanzan la eliminación del déficit fiscal y los desequilibrios de precios relativos, debería ir cerrándose en forma gradual. Dice que esto sería un excelente indicador de que se progresa hacia la unificación y liberalización no traumática del mercado cambiario.

Opina que la eliminación de los cepos que hoy restringen las operaciones en el mercado CCL y el blanqueo de capitales que se está proyectando son ingredientes complementarios para alentar la oferta de divisas en el mercado libre, de tal forma que su cotización se acerque al tipo de cambio comercial sin que el Banco Central tenga que derivar divisas del superávit comercial para influir en el tipo de cambio libre o financiero.

 

Cavallo sabe que no será inmediata la reunificación completa del mercado cambiario, entonces sugiere que el tipo de cambio comercial "deberá ser manejado en armonía con el ritmo de eliminación de la inflación reprimida, la emisión monetaria, las tasas de interés y el comportamiento de los salarios nominales que surjan de las negociaciones colectivas del sector privado".

Especula con que durante este período es posible que se logre disminuir la tasa mensual de inflación desde los altos niveles de diciembre, pero advierte que ello ocurrirá sólo si se va cerrando la brecha entre el tipo de cambio libre (financiero) y el comercial.

Para finalmente sentenciar que cuando se haya cerrado por completo esa brecha y se pueda eliminar todo vestigio de cepo cambiario estarán dadas las condiciones para lanzar el plan de estabilización. "La tasa mensual de inflación podrá reducirse drásticamente para inaugurar un clima de estabilidad sostenible en el tiempo", promete.

Cuarto consejo: el objetivo 2025 es un plan de estabilización

Señala que este año, para mantener cierta competitividad del tipo de cambio real, se deberá ajustarlo en línea con la tasa de inflación. Estima que a mediados de año el aumento promedio de precios bajaría a niveles de 7% mensual. Este porcentaje –aclara- se debe a la necesidad de mantener un ritmo de ajuste del tipo de cambio igual a la tasa de crecimiento de los pasivos del Banco Central y de la tasa de inflación.

Dice que este típico fenómeno de inflación inercial, que puede perpetuarse en el tiempo, aunque se haya eliminado el déficit fiscal, sólo se puede quebrar con un plan de estabilización bien diseñado.

Estima que la posibilidad de lanzar un plan de estabilización semejante (dolarización, convertibilidad o "inflation targeting" a la peruana) se dará a principios de 2025 si "para entonces se logra también unificar y liberalizar el mercado cambiario y el Banco Central cuenta con un stock de reservas de 30 mil millones de dólares".

Menciona que si estas dos condiciones se consiguieran antes, el lanzamiento del plan de estabilización podría anticiparse, "pero no me animo a afirmar que ello sea altamente probable". Para concluir que lanzado el plan de estabilización, la tasa de inflación mensual puede bajar de inmediato a 20% anual para desembocar al cabo de los siguientes 24 meses en 5% anual.

Como pasó en el pasado, el plan Cavallo puede fallar

Las recetas de Cavallo (inicio de la estatización de la deuda privada como presidente del Banco Central de la dictadura, la convertibilidad con Carlos Menem y el corralito con Fernando de la Rúa) no son antecedentes favorables para evaluar con entusiasmo las medidas económicas que hoy está proponiendo.

El riesgo del plan Caputo, Cavallo o Milei es que basa la estabilización en una sola ancla: la fiscal. La reunificación cambiaria es subsidiaria del ajuste fiscal. En una economía bimonetaria como la argentina, con elevado endeudamiento en dólares e inflación de tres dígitos, la cuestión fiscal es relevante pero lo es mucho más el estrangulamiento del sector externo (la escasez relativa de divisas).

La devaluación y unificación cambiaria pueden ser iniciativas necesarias como parte de un plan integral, pero no son suficientes subordinadas a la obsesión fiscalista -como postula Cavallo y Milei- para aliviar la crisis del sector externo.

El reciente informe de la Asociación Argentina de Presupuesto y Administración Financiera Pública (ASAP) analizó el decreto 88/2023 por el cual el Jefe de Gabinete aprobó la adecuación de los gastos y recursos del Presupuesto 2023 prorrogado al ejercicio 2024. La conclusión es que, en el contexto macroeconómico actual, con una inflación para los últimos doce meses superior al 200% y con tendencia al alza, "el hecho de que los agregados macrofiscales previstos para 2024 mantengan niveles nominales prácticamente idénticos a los de 2023, da cuenta de una reducción sin precedentes de ingresos y de gastos tanto en términos del PIB como en términos reales".

El ajuste fiscal previsto para este año es dramático de la estabilidad sociolaboral. El camino elegido de disciplinar la demanda agregada vía ajuste fiscal y monetario regresivo no será efectivo para derrumbar la tasa de inflación de tres dígitos anuales, salvo que la sociedad tolere niveles de desempleo muy altos y un profundo deterioro en la calidad de vida diaria. Experiencias de este tipo en Argentina enseñan que no es un sendero viable económica y políticamente.

El guion y el final de la película son conocidos

Se sabe además de los fracasos de varios programas económicos respaldados por el FMI que ignoraron el problema de la inercia inflacionaria. Al no considerarla la economía se sumerge en un estado permanente de estanflación. El ajuste fiscal y monetario se convierte en continuo con caída de ingresos públicos por la recesión/depresión económica que aleja la posibilidad de alcanzar el equilibrio de las cuentas fiscales.

No se trata de especular con que si es creíble o no la meta del equilibrio fiscal. Esto pasa a un segundo plano en un régimen de alta inflación puesto que la obsesión fiscalista ignora el componente inercial. El ajuste fiscal y monetario tiene escasa influencia en este último comportamiento.

Los agentes económicos atrapados por variaciones de precios mensuales de dos dígitos no toman en cuenta el ancla fiscal como variable de modificación de sus conductas. Empresas, trabajadores y actores económicos en general sólo pueden llegar a incorporarlo en las decisiones luego de un proceso largo y doloroso de recesión y desempleo. Mientras, la inflación de ayer es estimada igual o superior para mañana y, por lo tanto, los agentes económicos fijarán precios según esta expectativa sin que la cuestión fiscal y monetaria tenga importancia en esta decisión.

El cuadro de deterioro social, laboral y productivo no brindará tiempo político para el ajuste con inercia inflacionaria.

La inflación inercial se parece a una nube pesada que impide observar las señales de desinflación enviadas desde el frente fiscal. Se sabe entonces que, cuando llegue el momento del fracaso, como sucedió en los tiempos de Cavallo como ministro de Economía, la culpa no será asignada a la inviabilidad del programa económico de ajuste fiscal y monetario en un régimen de alta inflación y economía bimonetaria con elevado endeudamiento en dólares, sino que los fracasados atribuirán la responsabilidad del fiasco a sindicatos, políticos y organizaciones sociales por resistir el plan de exclusión y derrumbe del tejido productivo.

 

El guion de la película de Cavallo (también la de Milei) ya se conoce y también cuál es el final

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