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30/04/2025

La toma de rehenes en la embajada de Irán en Londres que mantuvo en vilo al mundo durante seis días: el disparo que cambió todo

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El 30 de abril de 1980, el edificio diplomático fue ocupado por un grupo que exigía la liberación de presos políticos en Arabistán. Millones de televidentes estuvieron pendientes de ese secuestro que culminó con la “Operación Nimrod”

>Londres disfrutaba la primavera de 1980. En las calles de South Kensington —un rincón acomodado de la ciudad donde la rutina transcurría con normalidad—, la rutina diplomática se presentaba normal entre edificios de estilo victoriano y los clásicos jardines ordenados. Entonces, el Reino Unido atravesaba un momento de ajuste profundo bajo el reciente gobierno de Margaret Thatcher, quien llevaba menos de un año en el poder. La inflación, el desempleo y los primeros signos de recesión empezaban a definir el rumbo de su gestión, mientras resonaban las huelgas y tensiones sociales de la década anterior.

Pero todo cambió el 30 de abril de 1980 cuando seis hombres fuertemente armados irrumpieron en la embajada de Irán en Londres, tomaron 26 rehenes y desataron el pánico durante más de una semana. Los ojos del mundo giraron a ese escenario donde un grupo militar realizó acciones cinematográficas, la Operación Nimrod.

El 30 de abril de 1980, Londres amanecía con su acostumbrado ajetreo diplomático y personas de paso apurado yendo y viniendo. En el barrio de South Kensington, donde las embajadas sobresalen sobre las avenidas elegantes, nada parecía alterar la rutina. Hasta que, unos treinta minutos después de las 11 de la mañana, seis hombres armados irrumpieron en la embajada de Irán.

Vestidos de civil y portando fusiles automáticos, los atacantes —liderados por Oan Ali Mohammed, también conocido como Salim— sometieron a quienes encontraron a su paso: un total de 26 personas, entre diplomáticos, empleados, periodistas y visitantes fueron tomadas como rehenes. Actuaron de forma rápida y coordinada. En apenas unos minutos, las puertas del edificio se cerraron con los secuestrados dentro.

En su reclamo, el interior de la embajada exigieron que el Reino Unido mediara para liberar a 91 presos políticos encarcelados en Irán y que les garantizara a ellos una salida segura hacia un país árabe. De no hacerlo, amenazaron con comenzar a comenzar a ejecutar rehenes. A modo de protección, exigieron también que todo lo que sucediera fuera televisado por los canales, especialmente la BBC, para instalar su causa en el mundo.

Mientras eso pedían desde adentro, afuera, la policía británica montaba un cerco sobre la avenida Prince’s Gate, los medios copaban todo el frente para capturar el drama en vivo. No fueron horas sino días los que esa toma duró: hubo liberación de cinco rehenes como gesto de buena voluntad, pero el paso del tiempo aumentó hasta lo inimaginable la tensión y el pánico que siempre estuvo presente.

Al día siguiente, 1 de mayo, el gobierno británico estaba en alerta máxima y desplazó a comandos del Special Air Service (SAS) a Londres para preparar un posible operativo. Mientras tanto, los secuestradores liberaron a dos rehenes por motivos humanitarios. Uno de ellos brindó información clave a las autoridades del operativo y detalló las condiciones internas del edificio.

Durante el 3 de mayo, hubo un intento de nuevas gestiones diplomáticas: el Ministerio de Relaciones Exteriores británico pidió la mediación de embajadores árabes, pero las gestiones fracasaron porque no les dieron a los secuestradores ninguna garantía de una salida segura. En paralelo, los comandos del SAS inspeccionaron el techo del edificio y prepararon puntos de entrada que no hicieran tanto ruido.

Durante cinco días, las negociaciones con los secuestradores no ofrecieron resultados concretos. Dentro del edificio, el encierro, la incertidumbre y el miedo comenzaban a descomponer el ánimo de los rehenes. Del otro lado, el aislamiento y la presión intensificaban el nerviosismo de los captores, que oscilaban entre amenazas y gestos de aparente conciliación. El equilibrio era frágil y se rompió definitivamente el 5 de mayo.

Con el asesinato consumado y la vida del resto de los rehenes en peligro, la táctica cambió y optaron por actuar de inmediato. La coordinación quedó en manos de un equipo tripartito encabezado por el subcomisario adjunto de la Policía Metropolitana, John Dellow; el subsecretario del Ministerio del Interior, Hayden Phillips; y el teniente coronel Michael Rose, comandante del Special Air Service (SAS), la unidad de élite del Ejército británico especializada en contraterrorismo. A las 19:07, se inició la Operación Nimrod.

Cinco de los seis secuestradores fueron abatidos durante el asalto. Fowzi Nejad, el único sobreviviente, fue capturado en el lugar, juzgado y condenado a cadena perpetua en el Reino Unido. Además de Lavasani, un segundo rehén murió durante el tiroteo.

El operativo fue registrado en vivo por las cámaras de la BBC y transmitido al mundo entero. Fue la primera vez que una operación militar de rescate de rehenes se vio en tiempo real. Su dramatismo, seguido por millones de espectadores, consolidó la reputación del SAS como una fuerza de élite y redefinió para siempre los protocolos de respuesta ante situaciones de terrorismo internacional.

Minutos después del ingreso del SAS, los rehenes comenzaron a ser evacuados uno por uno a través de la fachada principal del edificio. Algunos salieron corriendo entre el humo y los vidrios rotos, mientras otros eran asistidos por los comandos. La mayoría estaba aturdida, con signos de estrés extremo, pero viva.

Tras el lamentable episodio, las relaciones diplomáticas entre Reino Unido e Irán, ya tensas por la crisis de los rehenes en Teherán, se deterioraron aún más. Aunque Londres dejó claro que los atacantes eran enemigos del régimen iraní, Teherán protestó por la actuación militar británica y por la cobertura mediática del operativo. Recién en los años 90 ambas naciones restablecieron plenamente sus lazos diplomáticos.

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