05/05/2025
Cómo es la “Stanza delle Lacrime”, la sala oculta en el Vaticano donde se aisla al nuevo Papa

Fuente: 1746443762
Una vez elegido, el nuevo Pontífice se prepara para asomarse a la Plaza de San Pedro
>Durante siglos, la elección de un nuevoSin embargo, pocos conocen lo que sucede en los minutos íntimos inmediatamente posteriores a la elección. En ese breve lapso, antes de asomarse a la logia central de la Basílica de San Pedro, el nuevo Pontífice atraviesa un umbral solitario y silencioso: entra a la Stanza delle Lacrime (la Sala de las lágimas).
Según detalla Corriere Della Sera, este pequeño espacio, sin lujo alguno, es el primer lugar donde el Papa vive su nueva condición.La habitación, ubicada junto a la sacristía de la Capilla Sixtina, está pensada para contener esa primera emoción: un lugar para llorar, respirar y vestirse antes de enfrentar al mundo.
La Stanza delle Lacrime, también llamada “Stanza del Pianto”, es una sala pequeña y austera situada en el corazón del Vaticano. Pese a su apariencia modesta, una percha, un diván rojo, una cruz, algunas imágenes marianas y fragmentos de antiguos frescos, su carga simbólica es inmensa. Es el primer espacio donde el nuevo Sumo Pontífice asume, en soledad, la magnitud de su nueva misión: ser el sucesor de San Pedro y guía de más de mil cuatrocientos millones de católicos.Justo después de aceptar su elección en el Conclave, pronunciando en latín la fórmula ritual “Acceptasne electionem de te canonice factam in Summum Pontificem?”, el Papa electo atraviesa este umbral silencioso. No lleva aún paramentos ni anillos. Solo la conciencia viva del mandato que acaba de aceptar.La habitación no es solo un vestidor improvisado. Representa una frontera: el punto en que el cardenal deja de ser un príncipe de la Iglesia y se convierte en su líder supremo.
La Stanza delle Lacrime no está diseñada para la prensa ni para la gloria. Es un espacio para el temblor y la introspección. Es el lugar donde muchos Papas han llorado sin vergüenza y han buscado fuerza antes de su primer acto público.Cada Papa ha vivido ese momento inicial de forma única, pero todos coinciden en una reacción: la conmoción. Según detalla Corriere Della Sera, en 1958, cuando Angelo Roncalli fue elegido como Juan XXIII, sus primeras lágrimas llegaron al ver la talar blanca, la túnica larga y blanca.
A pesar de sus 77 años y una vida de servicio diplomático en París, Estambul y Bulgaria, no pudo contener los sollozos. Su emoción fue tan intensa que no logró vestirse con facilidad.Las sotanas disponibles eran para su antecesor, Pío XII, mucho más delgado y alto. Hubo que adaptar la ropa a toda prisa con tijeras y spille da balia (imperdibles), en una escena que reflejó la vulnerabilidad humana del momento.Décadas después, Joseph Ratzinger, convertido en Benedicto XVI, describiría ese instante con otra palabra cargada de peso: “Una guillotina”. Lo expresó sin dramatismo, pero con crudeza, reseña el diario italiano. A pesar de ser uno de los teólogos más destacados del siglo XX y Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, sintió el peso de la elección como una sentencia. Más recientemente, en 2013, Jorge Mario Bergoglio rompió el protocolo con una frase cortante. Cuando el Maestro de Ceremonias le ofreció las tradicionales zapatillas rojas, símbolo del seguimiento al martirio de Cristo, respondió sin rodeos: “El carnaval se terminó, tengo las mías”.Dentro de la Stanza delle Lacrime no solo se enfrentan las emociones más crudas, también se realiza un gesto clave: el nuevo Papa se viste por primera vez con la talare blanca, signo visible de su nueva condición.
La elección de tejidos también varía según el estilo del Pontífice. Juan Pablo II, poco acostumbrado al calor romano, prefería telas ligeras. En cambio, Francisco, desde su primer minuto como Papa, pidió telas simples y reutilizó sotanas que él mismo ya había usado o que habían quedado de Papas anteriores.
Fue Pío V, un dominico llamado Antonio Ghislieri, quien mantuvo el hábito blanco de su orden religiosa incluso al asumir el papado. La decisión, originalmente personal, fue adoptada por sus sucesores hasta convertirse en norma. Hoy el blanco representa pureza, luz y sobriedad, y se ha consolidado como emblema icónico del Pontífice.
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